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El pobrecito hablador

Sepulcros blanqueados

A vosotros, cofrades de revista, meapilas, beatos de pacotilla, no os veo defendiendo a una anciana desahuciada de su casa a los 85 años

Decía mi abuelo que, si a Jesucristo le diera por darse una vuelta por este mundo de locos, gilipollas, fascistas y posverdad, lo volverían a crucificar. En prime time, añado yo, con Judas sacando trapos sucios en Sálvame.

No tienen otra cosa en que pensar esos adalides de los valores cristianos, esos guardianes del bien pensar y del peor hacer, que denunciar a un chaval que se deja la espalda y los años vareando aceitunas por ponerle su cara a la foto de un Cristo. Que gran insulto a la fe cristiana, no como el de esos curas que se dedican a violar a niños, ni el de esos obispos que afirman que lo que les pasa es fruto de la provocación.

A vosotros, cofrades de revista, meapilas, beatos de pacotilla, no os veo defendiendo a una anciana desahuciada de su casa a los 85 años. No os veo peleando junto a los que han perdido todos sus derechos y trabajan por unas migas de pan. No os escucho aullar como lobos cuando matan a una madre, a una esposa, a una novia. Os arrogáis el derecho de decidir lo que me ofende o no, cuando lo que realmente me hace hervir la sangre es ver como no os importa que los huesos de un asesino descansen en una iglesia, rindiéndole unos honores que harían vomitar a un cerdo. Según vuestras cerriles mentes, habría que quemar al Cachorro, por llevar la cara de un gitano cantaor de flamenco, destrozar los cuadros en los que una Virgen amamanta a su hijo, reducir a escombros el David por enseñar sus atributos.

No sé que valores defendéis, pero desde luego muy cristianos no son. Ni los vuestros ni los del fiscal que señala, o los del juez que condena. Mientras la injusticia campa a sus anchas, mientras muere gente esperando un médico, mientras el rico se hace más rico a costa de que el pobre sea más pobre, seguís recortando, ahogando, apretando. Yo sigo al que se sentó con leprosos, al que lavó los pies a sus iguales, al que se mezcló con todos aquellos a los que el resto repudiaba. Vosotros, con vuestros actos, no sois más que unos tristes ferreteros que malvenden los clavos necesarios para volver a crucificarlo. 

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