El concierto empieza en tan solo unos minutos. ¿Nervioso?
Un poquito. Siempre, antes de cada concierto, vuelan las mariposas. Pero, creo que es lo que no hay que perder. Demuestra que te importa lo que haces. Le tienes respeto y, a mi parecer, eso siempre se debe mantener.
¿Qué esperas de esta noche, de este concierto?
Espero emoción, a la hora de cantar, de sentir. Es algo con lo que he nacido. No tengo que presionar ningún botón ni hacer nada, es algo automático y creo que es lo que marca realmente la diferencia. Si hay emoción, aunque no salgan las cosas perfectas, me da igual.
¿Tú ya naciste con duende?
Sí, a Dios le plació. Nací sintiendo la música de una manera muy especial.
¿Cuándo te diste cuenta?
No lo sé. En mis recuerdos siempre me veo cantando.
¿Te viene de familia?
Sí. Mi casa es muy musical. Mi madre cantaba, mi padre es súper forofo del flamenco, sobre todo de Camarón. De ahí me viene el amor por él. Mis tíos tocan la guitarra. Siempre ha habido mucha música en casa. Ya que has mencionado a Camarón...
¿Se está perdiendo el flamenco puro?
Puede ser. No se le da la visibilidad ni la importancia que se merece. Fuera de España son amantes del flamenco pero, principalmente, hay que ser profeta en nuestra tierra . ¿Por qué crees que pasa eso? Porque somos muy de darle el valor a las cosas de fuera y no a las nuestras, nos pasa en muchos aspectos de la vida. Ha pasado ya bastante tiempo desde que ganaste La Voz...
¿Cómo ha cambiado tu vida desde entonces?
Del derecho al revés. Yo antes era mediador en la Asociación ‘Gitanos de Hoy’. Trabajaba con el flamenco como herramienta social y disfrutaba muchísimo. Pero, mi sueño estaba a puntito de cumplirse. Desde 2013, vivo por y para la música.
¿Cómo fue ese salto? ¿Te animaron o te animaste?
Me animaron. Yo era y soy una persona muy extrovertida pero muy vergonzosa. Un familiar me dio el empujón que necesitaba. ¿Y te arrepientes? No es que me arrepienta sino que ahora valoro las cosas. Esta profesión vista desde fuera parace muy bonita pero, visto desde dentro, tiene sombras, lo peor de todo es, yo diría, que perderte muchos momentos. Cuando todo está bien alrededor es muy fácil cantar pero hay días que no te apetece cantar para nada y aún asi tienes que poner tu mejor sonrisa. Imagino que hablas por experiencia.
¿Dirías que ese es el lado más sombrío de esta profesión?
Sí, he tenido momentos duros, de pérdidas y he tenido que salir para delante. Vamps a poner la mirada en el futuro...
¿Qué esperas de la vida a partir de ahora?
Creo que le pediría a la vida, bueno mejor dicho a Dios, que me siga permitiendo disfrutar de lo que me gusta, sobre todo de la música y que salud. Lo demás vendrá por sí solo. Pasa a segundo plano. Has conocido a muchos artistas. Una de ellas, Malú.
¿Seguís manteniendo el contacto?
Ahora un poquito menos. Pero sí ha formado una parte muy especial de mi vida y mis decisiones. Eres cántabro pero te mudaste a Sevilla hace cinco años, ¿habías estado en El Puerto? Sí. La gente aquí, en Andalucía es muy especial. Aquí el flamenco, la música la lleváis por bandera. Sois especiales.
¿Cómo está ahora mismo la industria del flamenco?
Recuperándose, viendo la luz por fin. Muchos no han superado la falta de trabajo durante y tras la pandemia. Así es. Por eso, no sabes lo afortunado que me siento. Se puede decir que no estoy trabajando sino soñando. ¿Te asusta que de un día a otro se evapore la fama? Si viene, vendrá. Confio en Dios, mis tiempos están en él. El mañana es de él y el presente es un regalo y es mío y disfruto cada momento.