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España

Las tres lecciones del Domingo de Ramos

La Semana Santa comienza con imágenes históricas en el Metrosol y sin incidentes destacables

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Primera lección de la Semana Santa con la primera salida: la hermandad de la Paz rendía un tributo a la medida exacta bajo la que se traza el patrón de las cofradías alegres de barrio. Puede parecer una obviedad decirlo, pero en tiempos de confusión es necesario tener claro hacia dónde marca la aguja de la brújula para no acabar perdiendo el rumbo del todo.

El Domingo de Ramos amanece marcando como ‘norte’ primero el Porvenir. A Sevilla le nace allí su primera cofradía cada año. Echamos mano del tópico: es un regalo estrenar la Semana Santa en un barrio hecho tan a la medida de su cofradía. Pero es que no hay otra manera mejor para estrenar la emoción de cada Domingo de Ramos que viendo alejarse el tisú blanco del manto de la Paz por Río de la Plata a los sones del trío de ‘Campanilleros’. La ‘culpa’ del escalofrío que se siente al pasar misterio y palio de la hermandad del Porvenir la tiene Antonio Santiago. El galeno capataz le ha sabido tomar el pulso a la sobriedad de la alta canastilla dorada y a la proporción de las caídas de plata que apenas se asoman entre los varales góticos.

A la altura de la plaza de España, el bastidor del palio sufría el percance más reseñable del día, cediendo al peso del bordado y obligando a la cuadrilla a realizar las ‘levantás’ del resto del recorrido a pulso aliviado para evitar su fractura. Pese a todo, la normalidad de la cofradía solo se alteró en los diez minutos de retraso que el palio blanco dejó en el palquillo de la Campana.

Antes, la Borriquita daba en el Salvador la segunda lección del Domingo de Ramos: la de la memoria. Aunque a esa hora también se ponía en la calle la Hiniesta, el gozo rosa y dorado de la Sagrada Entrada sigue siendo para muchos la obertura sentimental de la Semana Santa.

La plaza del Salvador podría servir como muestra gráfica de algo que no pasó desapercibido para los finos observadores: pocos trajes de chaqueta blancos, pocas camisas moradas y pocos zapatos de punta en una Semana Santa sin agobios ni aglomeraciones desmesuradas.

A la hora a la que la banda del Sol tocaba ‘Virgen de la Paloma’ tras la Borriquita, en la Magdalena sonaba la versión ‘aflamencada’ de ‘Nazareno y Gitano’ tras el misterio de Jesús Despojado. Hay algunas bandas que, año tras año, siguen empeñadas en nublar con enrevesados aspavientos el tesoro musical clásico de la Semana Santa. En San Pablo se pudieron escuchar ayer sonidos que deberían hacer reflexionar a las hermandades sobre el acierto o no del acompañamiento y el repertorio musical tras sus pasos de misterio.

El obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, dio la venia de su estreno en la Archidiócesis a José Manuel Begines, el nazareno blanco que pidió permiso en el nombre no de su hermandad del Amor, sino de toda la Semana Santa para iniciar la carrera oficial. A la misma hora pero en la Encarnación, al Metropol cofradiero le daba otra ‘venia’ el Señor de la Cena. La imagen de la Semana Santa, que se dirá hoy en todas las crónicas.

‘Setas’ para la Cena
Contrariedad de opiniones y gustos aparte, lo cierto es que alrededor de las ‘setas’ se concentraba una abigarrada multitud para contemplar ese momento que, en contraste, no se vio en otros puntos de la ciudad, y que aguantó a pleno sol hasta que San Roque pasó camino de la Campana por ese mismo punto.
El termómetro para medir la afluencia de público del Domingo de Ramos es la Estrella en la Magdalena. A la hora en la que llegaba el misterio de las Penas a San Pablo se podía encontrar sitio con facilidad en la ancha explanada del templo. Si se remontaba Reyes Católicos arriba, en busca del palio -este año con ‘velas rizadas’-, se podía transitar con holgura por la calle. Por resumirlo en términos taurinos, el Domingo de Ramos tuvo ayer tres cuartos de entrada.

Con la atardecida, tercera lección del día: la de la perfección de San Juan de la Palma. A las ocho menos cuarto salía a la calle el conmovedor abrazo a la cruz de guía a la que sigue, justo como desde hace un siglo, el orden milimétrico del que nació el mito del ‘Silencio blanco’.
Para entonces, el Amor ya había anunciado que pondría en la calle los tramos ‘de negro’ de su cofradía diez minutos más tarde para amortiguar el retraso del día acumulado en la carrera oficial.

La Estrella en Triana ponía el epílogo multitudinario de la jornada. En el centro, el manto rojo del Socorro subiendo por la ‘rampla’ y la Amargura alejándose bajo los parasoles de la Encarnación camino del Convento de la Cruz volvían a darnos de bruces con la realidad. Qué vamos a hacerle, si somos así: ya era madrugada de Lunes Santo y la Semana Santa de 2011 empieza entonces a irse de entre las manos. n

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