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España

Zoido y la Sevilla del canapé

Al alcalde le ha servido de coartada política el desastroso estado en que Monteseirín ha dejado las arcas municipales

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Dentro de nueve días se cumplirán cinco meses de la toma de posesión de Juan Ignacio Zoido como alcalde de Sevilla. Nunca en la historia reciente de la ciudad un político llegó a la Alcaldía con tal expresión de apoyo popular, pues rompiendo hasta el pronóstico más optimista Zoido cosechó una victoria histórica que dio al PP veinte concejales en el Ayuntamiento y, por tanto, la posibilidad de desarrollar sin obstáculo alguno de una Oposición PSOE-IU laminada en las urnas su programa de gobierno y de materializar su modelo de ciudad.

El alcalde, un fajador nato que se ha sobrepuesto a lo largo de su vida a los golpes más trágicos que le dio el Destino y de cuya bonhomía personal pocos dudan, aceptó con una humildad llamativa la victoria arrolladora y declaró que gobernaría como si no tuviera la mayoría absoluta y buscando grandes acuerdos con la Oposición por el bien de la ciudad.

Los comienzos fueron prometedores, con su iniciativa del Pacto por Sevilla, la mano tendida a Espadas y Torrijos y la reposición de PSOE e IU en los Consejos de Administración de las empresas municipales, cuando él había sido víctima durante el mandato anterior de la marginación a la que le sometió el denominado ‘gobierno de progreso’ presidido por Monteseirín.

Viento de frente


Zoido tuvo a su favor el obligado paréntesis vacacional del verano que, sumado al convencionalismo de los cien días de gracia que se otorgan a todo mandatario recién llegado a un cargo, le permitieron sobrevolar la realidad y no aterrizar hasta finales de septiembre.

También le ha servido de coartada política el desastroso estado en que Monteseirín ha dejado las arcas municipales y la invocación de la crisis económica y la falta de recursos. Incluso su hasta ahora única medida rompedora, la anulación del Plan Centro de tráfico y consiguiente invasión del Casco Antiguo por los vehículos privados, pudo justificarla en el cumplimiento de su programa electoral, aunque hasta la fecha no ha sido capaz de demostrar que tenía una alternativa que no fuera la de devolver el tráfico a la misma situación que en la etapa anterior a la era de Monteseirín y Torrijos.

Va pasando el tiempo, sin embargo, y aunque el crédito político de Zoido es el más amplio del que ha gozado un alcalde en Democracia, empiezan a notarse más errores de los previsibles, y cierto desencanto en cronistas dela prensa , bien como reflejo de cierto sentir ciudadano, bien como opiniones fundamentadas que acaban instalándose en el inconsciente colectivo. Veamos algunos ejemplos.

Descoordinación

Emasesa tuvo que reconocer que había utilizado la cuenta que tiene la empresa municipal en una conocida red social para hacer proselitismo político en pro del candidato del PP a las elecciones generales, Cristóbal Montoro, que daba una conferencia en Antares. La práctica era similar a la de Manuel Marchena, la mano derecha de Monteseirín, con sus masivos mensajes de propaganda a través de Internet.

La descoordinación, las contradicciones y los errores de comunicación en el gobierno municipal se han hecho patentes con el ‘futurible’ parking subterráneo en la Alameda de Hércules y el presunto acuerdo urbanístico para la instalación del complejo comercial en torno a Ikea en el polígono Aeropuerto, dos anuncios realizados por el delegado de Urbanismo, Maximiliano Vílchez, y desmentidos casi inmediatamente por el propio alcalde o por la multinacional sueca, que dice mantener su demanda de mucha más edificabilidad de la que autoriza el PGOU, so pena de irse con su proyecto a otra parte.

Por ende, el Ayuntamiento, tal como destacó la Oposición, fue incapaz de detectar durante semanas el gran cartelón publicitario de Cruzcampo en la Plaza del Salvador contrario a las Ordenanzas Municipales de Publicidad, ya que contaminaba visualmente el entorno de dos bienes de interés cultural, y ello pese a hallarse a 200 metros del despacho de Zoido.

Dinero según qué


El nuevo gobierno municipal regatea a los sindicatos de funcionarios con el manido argumento de la crisis económica y las arcas dejadas vacías por Monteseirín; recorta las asignaciones a Cultura e incluso deja de pagar las ayudas comprometidas para el año en curso desde el ejercicio anterior; arguye que sólo tiene 8.000 euros para el arreglo de los colegios y que no hay presupuesto para mantener los nuevos parques construidos en el extrarradio, pero luego se gasta 300.000 euros en flores de Navidad para adornar sólo el Centro o 200.000 euros más de los ya presupuestados anteriormente para comprar la cubierta de la Copa Davis, aunque tenga que almacenarla ‘sine die’ en los bajos del estadio de la Cartuja en espera de que pueda acometer algún proyecto donde reutilizarla.

En la Sevilla de los 80.000 parados y que a duras penas llega a final de mes, en vez de proyectar ejemplos de austeridad y de sacrificio para todos, el alcalde se prodiga en exceso en saraos y fiestas sociales, lejos ya de aquellas imágenes de tarea compartida durante la madrugada con los operarios de Lipasam. Del Zoido del chubasquero y la pala se ha pasado al Zoido del frac y la pajarita sin un punto intermedio de equilibrio, como si el alcalde se hubiera escorado en exceso hacia un lado de la balanza.

La metáfora de este cambio, muchas veces obligado por las supuestas exigencias del cargo -el alcalde es libre de elegir su agenda, porque hasta en esa elección hay implícito un mensaje político- pero que no dejan de calar en el electorado que lo aupó al Poder para que, con manos libres, cambiara la realidad de Sevilla, ha sido el hecho de que los comerciantes del mercado de Triana han tenido que recurrir a colgarle un vídeo en Internet con las promesas que les hizo cuando estaba en la Oposición, para que no los olvide y porque, según dijo el presidente de los placeros, “desde que gobierna ya no viene por aquí”.

Ése es el problema: que el alcalde ya ha dejado de pisar la calle porque pisa demasiada moqueta y demasiada Sevilla de canapé. Y está perdiendo la perspectiva de la auténtica realidad de la ciudad, él, que siempre dijo que estaría más en la vía pública con la gente, como en sus cuatro años de Oposición, que en su despacho oficial.

Emulación


Zoido no sólo ha acabado emulando a Monteseirín con la compra de la cubierta de la Copa Davis y la creación de una Oficina para un nuevo Plan Estratégico, documento de dudosa utilidad que suele convertirse en papel mojado como demuestra el vigente hasta ahora, sino trasluciendo también un trato fiscal de favor al Sevilla F. C. y al Real Betis Balompié si juegan algunos partidos en el estadio de la Cartuja para así compensarles para que no paguen las deudas acumuladas con el Ayuntamiento. Una discriminación que ha levantado ampollas entre muchos contribuyentes, como prueban los comentarios recibidos estos días en los medios de comunicación.
Mientras el alcalde aparece cada mañana en los periódicos retratado en actos sociales, benéficos y de todo tipo en los mismos ámbitos de siempre, el número de parados y asistidos por Cáritas va creciendo cada mes sin que Zoido haya tenido los reflejos políticos de responder a la última Encuesta de Población Activa convocando al menos de urgencia la Mesa local del Empleo. Quizás porque se lo pedía la Oposición, ésa a la que le dijo, al igual que a todos los sevillanos, que su máxima prioridad era el paro.

Camino de sus 150 días de mandato y de cruzar el Rubicón del cambio de año hacia 2012, más pronto que tarde sus electores ya no se contentarán con que Zoido culpe del estancamiento de Sevilla a la herencia recibida de Monteseirín y a la crisis económica, sino que empezarán a exigirle acciones y resultados.
Antes de que sea demasiado tarde, Zoido debería recordar el mensaje lanzado en su día por la que considera su mentora, la exalcaldesa Soledad Becerril: menos canapés y más pico y pala.

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