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Jerez

Una bodega del XIX con ‘alma’ de vivienda

Promueven la construcción de seis loft en la calle Justicia en una finca que ocultó su uso bodeguero tras una fachada residencial para burlar la ley

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Recreación virtual de la finca, una vez rehabilitada.

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Imagen exterior de la bodega, con apariencia residencial.

Imagen del interior de la bodega, en estado ruinoso.

Imagen del interior de la bodega, en estado ruinoso.

Imagen del interior de la bodega, en estado ruinoso.

Imagen del interior de la bodega, en estado ruinoso.

El centro histórico sigue de moda, tal y como evidencia el próximo desarrollo inmobiliario en la calle Justicia, que reconvertirá un antiguo casco de bodega en seis viviendas de tipo loft. Este proyecto permitirá rehabilitar una construcción del siglo XIX en estado ruinoso.

La singularidad de la promoción es que la fachada del antiguo complejo bodeguero tiene apariencia residencial, una treta a la que se recurrió en el XIX cuando se trató de limitar la construcción de bodegas en el Jerez intramuros argumentando que estaba sufriendo un progresivo problema de despoblamiento dada la superficie destinada a una actividad industrial entonces pujante.

Por tanto, casi doscientos años después, la finca que ocupa el número 12 de la calle Justicia tendrá ese uso residencial que se le presuponía por su apariencia exterior, aunque manteniendo la estructura interna, que se corresponde con la de una bodega.

El proyecto del arquitecto Rafael Iniesta plantea en definitiva una actuación que pretende recuperar el uso residencial en una calle principal del barrio, permitiendo densificar una zona vaciada en origen en el siglo XIX. La singularidad del edificio obliga a conservar las alturas interiores y secciones originales junto a la fachada, a la que se da cierto sentido, creando una hibridación de la tipología que conserva la espacialidad de la bodega original e introduce el uso residencial como el más razonable en este entorno urbano.

Partiendo de la recuperación del uso y por lo tanto de la activación de la fachada, se plantea un proyecto que se lee de forma transversal, manteniendo en todo caso la espacialidad y sección original del edificio, creando una secuencia de espacios comunes que parten de la calle Justicia y terminan en un patio con alberca a través de un gran vacío principal comunitario.

La modulación de las diferentes viviendas se adapta a la marcada por la propia estructura bodeguera de la forma más natural incluyendo los usos que necesitan de mayor privacidad (baños y vestidores) en unas cajas tipo mueble, al igual que en una bodega aparecen las botas de vino. El espacio resultante es diáfano y monumental, no quedando duda de que nos encontramos en una bodega transformada en vivienda.

Según explica Rafael Iniesta, “desde el respeto por la tipología y el caso singular de esta bodega” lo que se plantea es “una intervención que parte de una reflexión sobre la evolución de la trama y los usos, teniendo a la reutilización de las estructuras como hilo conductor del proyecto”. Así, “donde inicialmente se pretendía un residencial con uso de bodega”, ahora lo que se plantea es “una bodega con uso residencial”.

La idea de los promotores es que las obras comiencen lo antes posible, posiblemente coincidiendo con el inicio del año. Según reconoce el propio Iniesta, estas promociones inmobiliarias resultan especialmente atractivas para extranjeros que quieren venir a vivir a Jerez o para españoles que buscan una segunda residencia. También para inversores que les dan uso turístico.

Según la catalogación del PGOU “esta bodega constituye uno de los conjuntos más singulares de configuración y composición urbana dado que su fachada está tratada con una composición de edificio residencial, sin duda resultado de las ordenanzas restrictivas a la implantación de bodegas en el casco urbano que se aprobaron durante el siglo XIX”.

Esas restricciones tuvieron su origen en los propios vecinos y parroquias, que alertaban de la progresiva pérdida de población del centro en beneficio del desarrollo de complejos bodegueros. Consta que en 1815 hubo protestas en San Mateo con el objetivo de impedir la ampliación de una bodega en la plaza del Mercado que iba a provocar la pérdida de viviendas.

Apenas diez años después, en 1825, también hubo quejas en San Juan de los Caballeros, cuyo párroco advertía de que la proliferación de este tipo de industrias estaba mermando la feligresía, hasta el punto de vaticinar que en caso de que no se adoptaran medidas “se tocará el extremo de ver las calles desiertas y sin vecindario”, según apunta en su informe Rafael Iniesta tomando como referencia trabajos de investigación de Fernando Aroca y José Manuel Aladro.

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