Cuentan que la carrera musical de
Jennifer López va en declive y que sus películas ya no rinden en taquilla como antes. Lo curioso es que fue la música la que truncó en cierto sentido su prometedora carrera como actriz: después de títulos tan interesantes y atractivos como
Un romance muy peligroso, Giro al infierno, ¿Bailamos? o La celda, sin olvidar su inevitable y corto reinado en la comedia romántica, terminó por convertirse en
J Lo, y cuando ha intentado reinventarse en el cine le ha costado encontrar historias y papeles por encima de la mediocridad -
Cásate conmigo, al menos, tenía su gracia-.
Tras la experiencia con el thriller
La madre, ha vuelto a aliarse con
Netflix para reivindicarse como protagonista con otra cinta de acción,
Atlas, ambientada en un futuro cercano dominado y rendido por y frente a la
Inteligencia Artificial.
López, que no sólo busca películas a su medida, sino que arriesga su dinero para garantizarlo, ha explicado que su intención era encarnar en pantalla a una heroína de ciencia ficción, al nivel de la teniente R
ipley (Sigourney Weaver en Alien) y la Sarah Connor de Terminator, pero confunde sudar, sangrar, llorar -ella en exceso-, sufrir, luchar y huir con las claves para contar una buena historia, que es donde falla esta rutinaria película, cuyo pariente más cercano es la saga de
Transformers, no los soberbios títulos dirigidos por
Ridley Scott y James Cameron.
Dirigida por
Brad Peyton, conocido hasta ahora por sus trabajos junto a
Dwayme Johnson (Viaje al centro de la Tierra 2: La isla misteriosa; San Andrés; Proyecto Rampage),
Atlas, nombre de la protagonista, nos presenta un mundo sometido por la rebelión de un grupo de robots domésticos tras aprovechar la ventaja de la inteligencia artificial que nutre sus sistemas operativos. Tras huir a un planeta perdido en mitad de la galaxia, la ONU del futuro manda a un grupo de rangers a destruirlos con el apoyo de una científica que mantuvo un vínculo personal con el líder de los rebeldes.
La historia parece estar hecha de tantos retales que finalmente no sabemos si es una reivindicación feminista o una denuncia sobre el peligro de la Inteligencia Artificial, al tiempo que combina momentos de entretenimiento con otros algo sonrojantes, mientras J Lo se esfuerza por recuperar la chispa de antaño en un filme en el que sólo sobresalen sus efectos especiales.