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Jerez

La plaga de los robos se ceba con el campo

Maquinaria agrícola, ganado, cobre, gasoil y cultivos son algunos de los botines preferidos por los ladrones, que actúan de noche dejando un reguero de destrozos a su paso muchas veces superior al valor de lo sustraído

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  • Un agricultor evalúa un robo

Ganado, cables de cobre, tractores, aperos de labranza, cultivos, placas solares... Prácticamente nada escapa a la codicia de los amigos de lo ajeno, en muchos casos bandas organizadas, que parecen haberse puesto de acuerdo para limpiar los campos ante la impotencia de los agricultores de la zona, que contemplan indefensos por la mañana los estragos que ha dejado la actuación durante la noche de unos ladrones que en la mayoría de los casos actúan con nocturnidad y alevosía.
Las patrullas de la Guardia Civil en la zona rural no son suficientes para disuadir a quienes cometen estos delitos, aunque en Cádiz parecen estar más controlados que en otras provincias gracias a la labor que realizan los efectivos de Agasa (Asociación para la Guardería, Asistencia y Seguridad Agrarias), más conocidos como los ‘halcones’. “La colaboración que mantenemos con la Guardia Civil y la actuación de agosa marcan un diferencial muy importante respecto a otras provincias”, confirma el secretario general de Asaja-Cádiz, Cristóbal Cantos. De hecho, la organización agraria se reunió la semana pasada con la Benemérita para estrechar una alianza que tiene por objeto frenar el número de robos que está asolando el campo gaditano.
“La crisis ha hecho que aumenten los robos en el campo, aunque la mayor parte no son por necesidad, sino que son perpetrados por mafias organizadas que se dedican a un negocio determinado al alza, como por ejemplo hace dos años el repunte que tuvo el tema del cobre”, explica el  responsable de Asaja.
En cualquier caso, lo peor no es la cuantía del robo en sí, sino el reguero de destrozos que dejan a su paso estos amigos de lo ajeno. “El otro día -puntualiza Cantos- destrozaron la puerta de un taller para llevarse las batería de los tractores”.
La cooperación con los Cuerpos de Seguridad y la actuación de los ‘halcones’ no es suficiente si no se ponen en marcha otras medidas disuasorias como la reforma del Código Penal y el endurecimiento de las penas por parte del Ministerio de Justicia.
La propietaria de una de las fincas afectadas, Ana Molinillo, hace hincapié en este aspecto señalando que “tenemos más de cuatro denuncias puestas ahora mismo  pero nos sentimos desprotegidos por la Ley, porque al no superar los 400 euros por robo, se declaran insolventes”. “Además -añade- como ellos mismos dicen, les sale más rentable robarte y pagar la multa”.
En su caso, este tipo de delitos son “el pan nuestro de cada día”. Su finca, situada en El Portal, sufre una media de ocho robos al año. Uno de los últimos y más cuantiosos ha sido el de un transformador de energía valorado en casi 6.000 euros, que fue desmontado para sustraer el cobre.

DEL TRACTOR AL TRANSFORMADOR
En el interior de la nave, precisamente, se colaron hace poco empleando la técnica del butrón -realización de un agujero en la pared-, pero afortunadamente sonó la alarma que hizo huir a los ladrones con un botín menor de lo esperado. El robo de naranjas es uno de los más habituales en la finca, a lo que hay que sumar otros cultivos como el maíz, maquinaria agrícola y aperos del campo, gasoil e incluso en una ocasión el propio tractor con el que se iba a perpetrar otro delito, aunque fue recuperado a tiempo gracias a la labor de la Policía.
El secretario provincial de la organización agraria COAG, Miguel Pérez, se hace cargo de esta lacra que está terminando de dar la puntilla al campo, asediado por una PAC (Política Agraria Común) “fratricida”, unos elevados costes de producción, unos precios cada vez más bajos y un desmantelamiento sin cuartel de los cultivos de la zona como la remolacha, el viñedo y el algodón.
Volviendo al tema de los robos, “la mayoría de la gente no denuncia porque no tiene esperanza de recuperar sus bienes y de que se coja a los culpables, de ahí que hay mucho mayor índice de delincuencia de lo que estadísticamente se refleja”, puntualiza Miguel Pérez.

Cerco a las chatarrerías
El secretario de COAG Cádiz cree que se debería poner el acento no solo en la vigilancia del campo, sino especialmente en las chatarrerías: “Conozco algunas del medio rural que tienen cola en la puerta, donde habría que realizar un control al máximo”.
En cualquier caso, Pérez señala que cualquier incremento de fuerzas sería bienvenido “ante la auténtica avalancha de ladrones y mafias organizadas” que están dejando el campo seco. También habría que endurecer, a su juicio, el Código Penal, “para que se castigue de forma más dura a quienes cometen estos delitos con total impunidad pese a que los realizan con nocturnidad y alevosía”, en un campo despoblado y habitualmente de noche.
Como se trata de bandas organizadas y profesionales en muchos casos, van cambiando de zonas siguiendo el rastro de los objetos de más valor o la mayor desprotección. En estos momentos, el triángulo de viñedos conformado por Jerez-El Puerto-Costa Noroeste, poblaciones del medio rural como La Barca y Arcos, donde está la zona de regadíos del Guadalcacín, son algunos de los sitios más problemáticos en este aspecto.
El robo de metales como el cobre, maquinaria -todo lo que tenga valor en el mercado como espalderas de viña, motores de regadío, etcétera-, animales y hasta placas solares se ha convertido en algo cada vez más común al calor de la crisis. Que se lo pregunten a Manuel Martínez, un agricultor de La Barca a quien le han llegado a entrar en la finca hasta cinco veces en un año, llevándose gallinas y conejos a costa de destrozar vallas y candados.
Para Manuel, la mejor solución es “atraparlos en los cruces, donde la Guardia Civil puede abrirles el maletero y ver lo que se han llevado”. En la explotación vecina, propiedad de Juan Jesús Álvarez, se han cebado con el sistema de riego para venderlo por piezas en las chatarrerías: “Ahora se llevan esto, antes eran otras cosas”, comenta resignado este agricultor. También el gasoil del tractor y las baterías son botines habituales.

Los episodios violentos son cada vez más frecuentes

La delincuencia en el mundo rural se está convirtiendo en algo cada vez más peligroso, algo que sufren en sus carnes los guardas de la Asociación para la Guardería, Asistencia y Seguridad Agrarias (Agasa). “Hablamos de bandas organizadas, en muchos casos formadas por personas extranjeras, que se reúnen para cometer delitos y actúan por la noche”, apunta el gerente de la asociación, Fernando García Ramos-Catalina. Y es que, aunque el número de robos no se ha incrementado de manera sensible en los últimos tiempos -sí desde que comenzó la crisis económica-, “la violencia es cada vez mayor, porque la cuantía de las sanciones, sobre todo por el tema cinegético, es mayor”. En esta tesitura, los también conocidos como ‘halcones’ se juegan la vida con el agravante de que “en el campo estás solo y, además, en medio de la noche”.
El gerente de Agasa afirma que los ladrones “antes se lo pensaban más; ahora no tienen nada que perder”. Así que es rara la semana en que no se dé un episodio violento: “Hay de todo, desde peleas a navajazos e incluso nos han llegado a tirotear el coche”. Algo que llama la atención es que en muchos casos el botín ni siquiera es especialmente valioso, sobre todo teniendo en cuenta el enorme riesgo que se corre.

—Fernando Gª Ramos-Catalina, gerente de Agasa—

“Los ladrones son hoy auténticos profesionales que van con todo el equipo, como visores nocturnos  y aparatos GPS”

—¿Qué servicio prestan los guardas de Agasa, a quienes también se conoce como los ‘halcones’ del campo?
—Es una sociedad un poco peculiar, ya que en España no hay nada por el estilo. Existe seguridad privada para el medio rural, pero funciona por horas y es muy cara. En nuestro caso, en vez de contratar un guarda lo que se pagan son unas cuotas. Somos como auxiliares de la Guardia Civil, con quienes diría que somos uña y carne, y tenemos alrededor de 28 guardas repartidos por toda la provincia que funcionan las 24 horas, todos los días de la semana incluidas las fiestas. Y hacemos un servicio integral, desde retener a quienes roban (hasta que viene la Guardia Civil y los detiene) hasta el final del proceso, pasando por poner la denuncia, hacer el seguimiento con nuestros abogados, ir a juicio, etcétera.
—¿Cuáles son los robos más comunes actualmente?
—Depende de la época. Nosotros nacimos hace 22 años con el tema cinegético, de caza mayor y menor. Aquí se llevan muchas perdices, pero ahora están haciendo robos muy cuantiosos en las piscifactorías, donde hablamos de auténticos profesionales que van con todo el equipo de trajes de neopreno, visores nocturnos, GPS... Luego está el tema de los robos agrarios, tanto chatarrería como productos agrarios y ganado: becerros, cochinos e incluso una vez se llevaron un toro hasta Huelva para venderlo allí. Se le siguió y se denunció tanto al que lo robó       como al que iba a comprarlo.
—¿Aumenta la delincuencia en el medio rural en verano?
—Sí, por varios motivos: se abre la media veda de la cacería; es más fácil robar porque ya se han cogido las cosechas y se ve más; se consume más pescado; y además al final del verano, con el tema de la berrea,   llega la caza mayor.

 

Cristóba Cantos
secretario general asaja-cádiz

“Queremos evitar a toda costa que los agricultores patrullen”

El responsable de Asaja anima a  los afectados a que denuncien       los robos, ya que junto a la cooperación con la Guardia Civil   se está convirtiendo en el arma más eficaz: “Queremos evitar situaciones como que los agricultores patrullen”.

 

Miguel Pérez
secretario provincial de coag

“Muchas veces causan grandes daños para llevarse cuatro duros”

El secretario provincial de COAG también hace hincapié en la “impunidad” de quienes cometen estos delitos, “muchas veces causando grandes destrozos para llevarse cuatro duros”. Por ello, entiende que “hay que castigarlos de forma más dura”.

 

Manuel Martínez
propietario afectado

“Cuando me empezaron a robar,  yo era un pardillo”

Manuel Martínez, agricultor de La Barca de La Florida, se acostumbró durante una época a ver desaparecer sus gallinas y conejos por la noche: “Al principio yo era un pardillo”, señala, aunque no olvida que “robar es muy fácil,  lo difícil es que cojan”.

 

Ana Molinillo
propietaria afectada

“Nos sentimos indefensos ante la Ley, debería ser más dura”

Ana Molinillo lleva años padeciendo esta lacra en su finca, ubicada en El Portal: “Hemos llegado a tener hasta dos guardas de seguridad y contamos con los ‘halcones’, pero siguen robando. Nos sentimos desprotegidos por la Ley, que debería ser más dura”.

 

Rafael Alvarez
propietario afectado

“Hace un mes entraron y se llevaron más de cuarenta gallinas”

“Entraron hace un mes y medio en mi propiedad y se llevaron más de 40 gallinas”, comenta Rafael. Otras veces es grano, herramientas del campo... Pero lo peor, en muchas ocasiones, son los destrozos, “porque la malla que rompen cuesta mucho dinero”.

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