Antonio Moure Sánchez se convertirá el próximo domingo en el tercer bipregonero de la Semana Santa de Jerez, repitiendo así la experiencia que ya vivieron Francisco Almagro Castro (1956 y 1974) y Francisco Montero Galvache (1962 y 1989). El cofrade de la Hermandad de las Tres Caídas, licenciado en Derecho y que ejerce como periodista en Onda Jerez Radio y Televisión, ya tuvo a su cargo el pregón de 1998, ofrecido entonces en la parroquia de San Miguel. No serán en cualquier caso las mismas circunstancias, ya que en aquella ocasión Antonio Moure fue nombrado pregonero por el primer obispo de Asidonia-Jerez, Rafael Bellido Caro, que meses atrás había suspendido al Consejo. Además, su designación se hizo a escasas semanas del Domingo de Pasión, por lo que el pregonero casi no tuvo tiempo ni de escribir ni de disfrutar su nombramiento.
Me va a permitir la broma, pero es una cuestión que se preguntan muchos cofrades. ¿Antonio Moure tiene ya terminado el Pregón?
—Terminado, así que tranquilidad. Habemus pregón. Sí es cierto que queda alguna cosita que repasar, algún retoque, pero el Pregón está terminado, en continente y en contenido.
¿Ha conseguido poner en pie lo que pretendía?
—Siempre falta algo. Un Pregón siempre es incompleto, porque mañana surge una nueva idea, pero el Pregón debe terminar. Era el Pregón que quería.
¿Tiene más o menos ganas de que llegue el Domingo de Pasión que en 1998?
—Tengo las mismas ganas o más. Me he mostrado muy ilusionado con el Pregón de la Semana Santa de Jerez, y creo que esa ilusión se ha plasmado también en el papel. En cualquier caso serán los jerezanos quienes tengan que juzgarlo.
¿Qué diferencia encuentra entre el Antonio Moure de 1998 y el de ahora, y también en el devenir histórico de la propia ciudad? ¿Cómo se traslada al papel toda esa evolución?
—En 1998 estaba a pocos días de cumplir los 24 años, era un mal estudiante de Derecho que perdió incluso los exámenes de febrero por el Pregón, estaba soltero... Ahora estoy casado, tengo un hijo al que quiero con locura y estoy trabajando, gracias a Dios. Tengo un poso que el propio tiempo da, aunque yo siempre me aferro a un alma de niño que no quiero que me abandone y que da un cierto toque de inmadurez. El Jerez de entonces era también muy distinto. Creo que era un Jerez más involucrado con sus cofradías y con sus cosas, con una tierra todavía abonada al hecho religioso. La laicidad está ahora mucho más presente que entonces.
Estamos en un contexto social y económico también diferente. ¿Esta circunstancia marca de alguna forma el Pregón o se traslada a él?
—Algo siempre hay. Yo soy partidario de que quien lea el Pregón dentro de unos años pueda hacerse una ligera idea de cómo era la realidad social de hoy, aunque hay otra línea que es la de hacer un Pregón atemporal. La realidad social no es el eje central de mi Pregón, pero sí aparece, me hago eco de ella.
¿El sentido de la responsabilidad es también el mismo que tenía cuando aún no había cumplido los 24 años? ¿Había entonces más atrevimiento que ahora?
—En 1998 tuve sentido de la irresponsabilidad, porque no pensé para nada. Dije sí y no pensé en nada más, sin saber lo que se venía encima, porque además entonces no había Unión de Hermandades como tal y era el obispo quien había asumido todas sus competencias. Don Rafael me dirigió una carta en la que me avisaba de la hiel de algunas plumas a la hora de hablar sobre el pregonero, pero aquello no fue para tanto. En esta ocasión se nota la responsabilidad, porque uno se da cuenta de que hay una expectación y tiene el deseo de no defraudar, más aún teniendo como referente el Pregón de 1998.
¿La experiencia de aquella primera vez le ha servido de algo en estos últimos meses y semanas?
—El bagaje de muchos pregones te ayuda a la hora de ganar en confianza. Cuando llegan las noches de desesperación, que han llegado, todo esto te ayuda a tener la calma necesaria para saber que si no es hoy, ya será mañana.
¿Qué diferencias y semejanzas encuentras entre uno y otro Pregón?
—De contenido son bastante distintos. Aquél se basó en las bienaventuranzas, siempre con ese trasfondo del alma de niño; y este no lleva ningún guión. Voy a donde me lleva cada momento y trato de conectarlo con cierto sentido. No quería que el guión me estrangulara o pusiera piedras en el camino, sino que el Pregón fluyera por donde quisiera. El guión está muy bien, pero al final te hace esclavo y te acaba ahogando.
¿Qué podemos adelantar del Pregón del próximo domingo?
—Es un Pregón muy muy muy en verso, uno de los que más versos lleva. Creo que han salido entre 1.500 y 1.700 versos, una barbaridad. Lleva la prosa justa, aunque hay historias que deben contarse en prosa. Sé que quiero hablar de costalería, de la túnica, que es parte indisoluble de mi ser cofrade; de la emoción, del amor... Hay bloques, pero no capítulos.
¿Algún momento al que haya que estar especialmente atento?
—No lo sé. No sé qué va a gustar más o menos. Soy bastante inseguro cuando escribo. Será el cofrade el que valore. Es un Pregón cofrade, pero que abre su mente a toda esa gente que no siendo cofrade, va a escuchar el Pregón. Quiero que emocione...
Se suele dar el caso de que cosas de cofradías emocionen a gente ajena a este mundo. ¿Qué tiene la Semana Santa para llegar con tanta facilidad a gente tan ajena a ella?
—Muchos de mis compañeros en Onda Jerez, operadores de cámara, son personas alejadas de este mundo. Sin embargo, la estética, esa espiritualidad a través del movimiento, del color y de los aromas que expresa la Semana Santa les encanta. Ellos confiesan que es uno de los trabajos que más les motivan. Es que llega con la primavera, con la explosión de aromas, de colores... No puede estar ubicada en mejor época del año. Lo más bonito que me pasó en la noche del Domingo de Pasión de 1998 es que diera la enhorabuena una persona que me reconoció ser atea porque había visto verdad en lo que había dicho.
¿Con qué se queda de lo vivido en esta Cuaresma, gracias al Pregón o a su mera condición de cofrade?
—Ha sido una Cuaresma emotiva, intensa... Me encanta el primer viernes de marzo. Para los cofrades de Las Tres Caídas es una fecha muy especial, difícil de describir. He tenido la ocasión de disfrutar de todos los detalles y muestras de cariño de cofradías e instituciones que tienen algo que ofrecer y compartir con el pregonero, cosa que no pude hacer en la ocasión anterior. He vuelto a saludar a mucha gente que hacía tiempo que no veía. Viví una posición de privilegio en el Vía Crucis de las Hermandades.
Ahora le dan al pregonero muchísimas más cosas que en 1998... ¿Cómo puede explicar esto a aquellas personas ajenas a este mundo?
—Ahora hay de todo..., la camisa, los pasadores, la corbata, las pastas... Esto es una celebración y la gente quiere participar de la felicidad de uno, es lo mismo que cuando se va a un cumpleaños y hace un regalo. Es una muestra de cariño...
¿Cómo quiere vivir estos últimos días?
—Si es posible tranquilo, centrado en los retoques que tenga que hacer al Pregón, y si es posible estando mucho en la calle, porque quiero vivir y palpar estos días.
Un deseo. ¿Qué quiere que quede de este Pregón?
—Que fue un Pregón con emoción, qué más se puede pedir...