Hoy es el día en el que el pueblo manifiesta toda su sabiduría. El día en el que el pueblo nunca se equivoca. El día de la encuesta definitiva. El día de la fiesta de la democracia. En resumen, el día de las frases hechas en busca de un trascendentalismo que lo es, sobre todo, para el que se presenta y no tanto para el que ejerce su derecho al voto. Basta comprobar lo que ocurre en cada campaña electoral, en la que en el 90% de los mensajes se pone en entredicho la voluntad popular de cuatro años atrás: el pueblo es sabio y nunca se equivoca, pero en la primavera de 2019 volverán a recordarle la fallida consecuencia de sus actos, cuando se trate de recapitular lo mal que lo han hecho quienes hoy resulten elegidos, como ahora ha ocurrido con los que fueron elegidos hace cuatro años, y entonces otros cuatro años atrás, y así sucesivamente.
Pero no se arruguen, por un día somos sabios, aunque tenga fecha de caducidad: hasta el mejor sabio es incapaz de distinguir entre un buen melón y otro malo hasta que lo abre. Será por eso que Pablo Neruda se preguntaba “¿de qué se ríe la sandía cuando la están matando?”.
La sabiduría, que lo es tras sobreponerse a multitud de contradicciones, hasta alcanzar el estatus de verdad sospechosa, que es a lo máximo a lo que puede aspirar la verdad, según Karl Popper, emanará esta noche asimismo entre quienes analizarán los resultados, que es como ir a hacer un examen sabiendo las preguntas y las respuestas de antemano, tal vez porque es la única forma de superar sus propias contradicciones: lo que dijeron que podía pasar, que
será o serón, frente al escenario definitivo. Pero sigan sin arrugarse, por un día habremos sido los auténticos sabios, ya que somos verdaderos expertos en superar las contradicciones del día a día, las que nos han traído hasta aquí y hasta este momento.
Los que son sabios de a diario ya nos han advertido que estamos ante un año decisivo, que de la configuración electoral resultante después de las generales habrá que modificar la ley electoral, aclimatarla a los nuevos tiempos -que no a las necesidades de cada uno-, y parece que lo más adecuado sea la instauración de una segunda vuelta. De paso podrían echarle un vistazo a eso tan anticuado y tan contraproducente de “la jornada de reflexión”, que más bien parece la “jornada de los malos rollos”.
En cualquier caso, además de a la ley electoral, los que tienen que darse una vuelta a sí mismos son los propios partidos a la hora de afrontar el presente bajo el reflejo de su propio pasado y los retos que les planteamos de cara al futuro, porque aquí todo el mundo mira para Dinamarca, donde algo olió a podrido alguna vez, pero seguimos con la sensación de hacerlo sin voluntad, sólo porque está de moda, como ver Borgen o Juego de tronos, aunque ver series de televisión o películas antiguas se haya convertido en una especie de sabiduría frente a la insoportable levedad de la cartelera de los cines que aún sobreviven en nuestro país a base de
vengadores y
apellidos.
De hecho, puedo asegurarles que mi único momento de paz -y quiero pensar que de sabiduría- de la semana llegó el jueves por la noche cuando pude desconectar de todo con una película de hace casi 80 años,
Vivir para gozar, de las que, como suele decirse, “ya no se hacen”; entre otras cosas porque nos faltan George Cukor, Cary Grant y Katherine Hepburn, pero también su forma de entender el cine y... dejémoslo ahí, que me pierdo.
“El pueblo es sabio y nunca se equivoca”. Y qué bien suena, aunque esta noche algunos lo pronuncien con abnegación o sin convicción. O eso de “la esencia de la democracia”. Hay palabras con las que parece llenársenos la boca como con agua de manantial, y “democracia” es una de ellas, aunque haya quien parece haberla descubierto ahora, no la palabra, sino la democracia por sí misma, aunque lleve en vigor desde hace casi 40 años en nuestro país. Hay más frases hechas que podrán ir escuchando a lo largo de este domingo. Yo, mientras tanto, les deseo buenos días y buenas suerte.