Dudo que a nuestros padres les sirviera de algo aprenderse la lista de los Reyes Godos; en todo caso, para evitar un palmetazo o un cosqui. Con tales antecedentes, no es de extrañar que seamos más de memorizar anécdotas que hechos o personajes históricos, salvo inevitables y honrosas excepciones. Las anécdotas suelen ser más entretenidas llegada una conversación y las reescribe uno a su gusto; es decir, al de su propia memoria, que no hay que olvidar que es subjetiva y selectiva -sigo sin entender al que le dio por denominar como “memoria histórica”, con tan escaso criterio lingüístico, una cuestión tan seria y trascendente, aunque detalles de ese tipo sean algo ya común en un país que sigue hablando de “violencia de género” en vez de violencia machista, como si viviéramos acomplejados por un qué dirán-.
El caso es que en este regreso a septiembre, que siempre es volver, porque no sólo se vuelve de las vacaciones o del empleo estacionalizado, sino a los olores, las tardes más cortas y las rebecas que anticipan la inminencia del otoño, sobresale puntualmente la anécdota de Fray Luis de León y su “decíamos ayer”. Al escritor y agustino -coetáneo de la llegada a Jerez de la Orden de San Juan de Dios- le cayó encima el peso de la inquisición y tardó cinco años en poder demostrar que era inocente. A su salida de prisión regresó a las aulas para seguir dictando su cátedra y las primeras palabras que pronunció fueron las mismas con las que iniciaba sus clases en el pasado: “Decíamos ayer”, como si no hubiera transcurrido un día desde la última vez.
En política, agosto es como un margen de confianza, un respiro en el fragor continuo de la batalla, más aún si el mandato municipal no ha hecho más que empezar, y entiendo que el propio gobierno local lo habrá agradecido. Si la alcaldesa hubiese iniciado su comparecencia de este jueves con un “decíamos ayer”, nadie se hubiera extrañado: por el momento y porque tampoco es que hayan cambiado mucho las cosas en los últimos 31 días, salvo el propio paso del tiempo, que indica que está a dos semanas de alcanzar sus primeros cien días de gobierno, y que a partir de entonces se habrán acabado las excusas y las explicaciones, o por lo menos habrá quien deje de tenérselas en cuenta.
Para empezar no vendría mal un poco de pragmatismo, algo para lo que el PSOE cuenta con el mejor practicante de la historia de la democracia -Felipe González-, y, sobre todo, asumir que la política “no es poesía, es prosa” -me lo reconocía este verano Pepa Caro en alusión a un artículo de Javier Cercas en el que éste aludía a Xavier Rubert de Ventós-.
Está muy bien lo de celebrar que la izquierda ha logrado derrotar a la derecha, que ha sabido ponerse de acuerdo para impulsar un cambio de gobierno y que nadie mejor que ellos para subrayar cuáles son las conquistas sociales que les deben aguardar por delante. Pero frente a la euforia y las sensaciones compartidas de quienes gobiernan y les apoyan hay más de doscientos mil ciudadanos que lo que quieren son respuestas a sus problemas, y no resulta aventurado considerar que el primero en la lista es el de la falta de empleo en la ciudad, porque solucionado éste se pueden solucionar muchos otros que son consecuencia directa del mismo.
Y no hay que estudiar un máster para saber lo que hay que hacer para facilitar la creación de empleo. Otra cosa es que las medidas impulsadas tengan éxito, pero a nadie escapa que todo pasa por la iniciativa privada, por facilitar la creación de empresas en la ciudad y alcanzar alianzas. Pues bien, el gobierno local ha tardado casi tres meses en reunirse con el presidente de la Confederación de Empresarios de Cádiz y presidente de la Cámara de Comercio de Jerez, cuando dicha reunión debió haber sido prioritaria en la agenda municipal tras la toma de posesión.
El problema, en cualquier caso, no es ése, sino que nadie se lo haya recordado o reivindicado, que es lo que debía haber hecho, por ejemplo, Ganemos Jerez en vez de exigir disculpas públicas por no haber sido invitados en tiempo y forma a una rueda de prensa por el hecho de no haber salido en la foto. Casi lo mismo que decíamos ayer.