Suele decirse que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad, aunque habrá que concretar. Es decir, los niños han de tener corta edad y los borrachos estar completamente ciegos; no vale con tomarse tres copas. Tres copas te encienden la chispa, te excitan, te sueltan la lengua; en suma, te vienes arriba. Lo ha dicho la secretaria de uno de los implicados en la trama Gürtel para desdecirse de lo recogido en una grabación en la que daba detalles sobre las actividades de su jefe. Aquello fueron ocurrencias bañadas en alcohol, palabrerías con las que darse importancia o hacerse la interesante. Como apuntaba David Trueba esta semana, la testigo se acogió al confieso que he bebido, y aquí paz y después gloria.
Como excusa es cojonuda, aunque te haga quedar mal en público. No sé cómo no se le ha ocurrido antes a alguien más -supongo que estamos pensando en los mismos y en distintos ámbitos-, sobre todo teniendo en cuenta las coartadas y giros verbales de los que tienen que hacer uso en más de una ocasión para burlar lo evidente. En el fondo, todos sabemos que no se trata del alcohol, sino de la ausencia de sentido común. Tienen ahí, por ejemplo, el recientísimo caso de Irene Lozano. Lo del PSOE en Andalucía decía que era la “dictadura perfecta”.
No digo que no lleve razón, o aunque no la lleve, pero le ha faltado tiempo para subirse al barco ganador una vez que el suyo seguía el curso del Titanic sin importarle lo dicho en su día. Sí, ese día, como algún otro, en que se vino arriba para arremeter contra el infructuoso bipartidismo o contra la corruptela de los ERE. Normal que haya quien no lo entienda: se ha hecho muy tarde para recibir lecciones, y menos de una advenediza -que fue lo que se le debió pasar por la cabeza a Juan Cornejo este viernes por la noche al salirse de la votación; y quien dice Cornejo dice etcétera-.
Yo, en realidad, no me preocuparía por el ahora, sino por el después, porque al PSOE le está pasando como al Sevilla en la etapa previa a Monchi: un amigo sevillista me decía que al equipo le cambiaban los fichajes en los aviones. Al final el que jugaba no tenía nada de la estrella que les habían prometido. Ahí tienen el caso de Cádiz, donde el alcalde al que ayudaron a investir no se parece en nada al que le prometieron. Están indignadísimos con el comportamiento de Kichi, y no sólo con las salidas de tono de impacto nacional, sino con el descontrol que se vive en el Ayuntamiento.
Dice Irene García en la entrevista que publicamos en este número: “Nuestra sorpresa ha sido que todo lo que nos ha planteado hasta el momento Por Cádiz sí se puede no está teniendo traslación real y práctica en los hechos. Hay mucho descontrol, desconcierto y falta de iniciativas en un municipio que necesita cambios racionales”. No sólo habla de ellos, sino de Ganemos Jerez, que propició la investidura de Mamen Sánchez, a los que critica su labor en Diputación por limitarse a mantener “una imagen mediática impecable, pero dejando en evidencia sus compromisos electorales”. La conclusión a la que han llegado, además de a la de equivocarse -otro día en el que se vinieron arriba-, es evidente: los de Podemos son malos, pero los del PP son peores.
Lo malo, lo peor, en realidad, es que no parece haber remedio. Como le respondía esta semana Jonathan Franzen a Enric González en una entrevista: “La causa está perdida”. Lo hacía en alusión a la lucha contra el cambio climático, pero su respuesta abarca más ámbitos, incluido el nuestro: “Se mire donde se mire, la economía va antes que la ecología, los empleos van antes que la ecología... Sólo percibimos el corto plazo y elegimos lo más fácil”.
Y es así. Vivimos en el cortoplacismo, sin mirar más allá del mes que viene o del siguiente, obsesionados con superar el día a día y aferrados a la frase popularizada por Griñán: “Cuando lleguemos a ese puente, cruzaremos ese río”. Si hasta Jerez ha pedido ya dos ICO y un anticipo de la PIE en solo cuatro meses, sin olvidar los que pidió el PP en cuatro años. ¿Acaso lo han hecho pensando en el futuro? Tómense tres copas antes de responder y engáñense a sí mismos. Eso que ganarán en su descargo.