Este jueves se produjo una de esas situaciones, tan habituales en el mundo de la política, que sitúan a sus protagonistas a mitad de camino entre la frustración y el surrealismo. Pueden echarle la culpa al discurso o, si lo prefieren, a las ideas preconcebidas, que fueron las que llevaron al PP a perder tantas alcaldías el pasado mayo y las que han matado ahora de éxito las aspiraciones podemitas. De cualquier forma, todo conduce al terreno de la ficción, ése en el que las expectativas se amoldan a una realidad desajustada: tal vez lleguen a la categoría de ensayo, pero nunca a la de no ficción, aunque en Cataluña pretendan ése más difícil todavía.
Sin embargo, el hecho de que nos hayamos acostumbrado a este tipo de situaciones no impide cierto rubor, sobre todo cuando ese relato preconcebido no termina de corresponderse con lo que esperaba de la propia realidad, a la que tampoco hay que confundir con la verdad por mucho que puedan asemejarse desde cierta distancia.
En ese cúmulo de circunstancias, y bajo la poderosa influencia de las inminentes elecciones generales, el PP se ha recubierto de una armadura destelleante, pero que parece hecha de papel de aluminio: pretende deslumbrar al exterior, pero no termina de protegerle hacia adentro, entre otras cosas porque a estas alturas es inevitable.
Lo comprobó, como decía, este jueves María José García-Pelayo tras ver desmontado su esperado vaticinio sobre la instrucción de la pieza jerezana vinculada al caso Gürtel. La exalcaldesa argumentó que las declaraciones realizadas ante la Audiencia Nacional por los técnicos municipales avalaban la legalidad del procedimiento de adjudicación de servicios para Fitur 2004, que es lo que ella lleva “ocho años diciendo”, por lo que se mostró “convencida” de que la decisión judicial sería “positiva”, a pesar de que “algunos estarán deseando” de que no sea así. No obstante, puede que sólo acertara en esto último, ya que apenas unas horas después el juez José de la Mata daba por cerrada la investigación e iniciaba el procedimiento para la apertura de juicio oral por el caso, para el que mantiene las imputaciones sobre los cinco funcionarios municipales que han declarado hasta el momento. Por una simple regla de tres, Pelayo ya debe estar al corriente de lo que piensa el juez de cara a su posible, o más bien probable, imputación una vez declare ante el Supremo.
Puestos a hacer política ficción, la exalcaldesa, el PP, el PSOE también, hasta el mismísimo Pedro Pacheco, podrían remontarse doce años atrás, hasta las elecciones municipales de 2003, aquéllas que determinaron algunas de las cuestiones más relevantes que hoy día pesan sobre el Ayuntamiento de Jerez, a nivel económico, y sobre sus protagonistas, a nivel judicial. Prueben a imaginar, si no, una ciudad que no hubiese precisado de pactos, en la que no hubiesen primado las ansias por alcanzar el poder municipal, en la que ni siquiera hubiese hecho falta contratar a unas empresas de Madrid para organizar Fitur en 2004, porque lo habrían desautorizado o porque ni siquiera el PP estuviese al frente del Ayuntamiento. No me negarán que el terreno es propicio para reformular un pasado imaginario que habría conducido al consistorio y a sus alcaldables a una situación muy diferente a la que se han encontrado ambos desde entonces.
Los datos están ahí para experimentar con la posibilidad. Son objetivos, y revelan las funestas consecuencias de los gobiernos de coalición entre 2003 y 2007. Según un informe interno sobre la evolución de la deuda municipal, el Ayuntamiento pasó de una deuda de 230,7 millones de euros en 2002, a una deuda de 407,2 millones en 2004, un incremento del 76% en solo dos años, los del pacto PP-Pacheco. A final de 2006, los del pacto PSOE-Pacheco, creció hasta los 470, y a partir de ahí ya no pararía de incrementarse a pasos agigantados -en 2010 ya era de 612 millones-.
Borrar esas cifras, los pactos y sus consecuencias es fácil, pero sólo desde el terreno de la ficción. Puede resultar entretenido, pero ni supondrá un alivio ni sabemos siquiera si servirá de lección.