La comedia dell´arte

Publicado: 13/08/2016
La definitiva formación de gobierno en nuestro país tiene más de comedia dell´arte que de espíritu olímpico, aunque Rivera se empeñe en que basta con participar
Aseguran que la famosa frase atribuida a Pierre de Coubertin, “lo importante no es vencer, sino participar”, en realidad, no es suya, sino que fue pronunciada en el transcurso de un sermón por Etherbert Talbot, obispo de Pensilvania, durante la misa de los Juegos Olímpicos de Londres de 1908. Coubertin la suscribió, aunque ya apareció libremente inspirada en el lema de los primeros Juegos de la era moderna, los de Atenas en 1896: “Lo esencial en la vida no es vencer, sino luchar bien”.

Albert Rivera parece haberse tomado al  pie de la letra lo de saber que la clave no era vencer, sino participar y luchar bien, aunque el esperado giro de los acontecimientos, para la definitiva formación de gobierno en nuestro país, tiene más de comedia dell´arte que de espíritu olímpico. Como en aquellas representaciones de palacio, “en las que -recuerda Stendhal-, cada personaje inventa el diálogo a medida que lo va diciendo, con sólo haber visto el plan de la comedia”, Rivera ha ido dando forma a una situación en la que ha convertido sus contradicciones en meras improvisaciones en función de un plan evidente y muy bien secundado por Mariano Rajoy; convencidos los dos de que el PSOE, en todo caso, es más de drama que de comedia, pero no por ello amante de los finales tristes.

Es imposible dudar de lo contrario: por mucho que se arrogaran, unos y otros, el espíritu olímpico que preside cada competición, ninguno de ellos estaría dispuesto a asumir la otra gran ley no escrita de unas olimpiadas: en la mayoría de los casos siempre hay alguien mejor que tú; y eso es algo innegociable para quienes llevan ocho meses intentando hacer posible la gobernabilidad de nuestro país: reconocer que puede haber otro mejor que tú o que lo pueda hacer mejor que tú, negarle la gloria al adversario.

La oportunidad de los Juegos de Río ayuda a visualizarlo con claridad, aunque haya quien prefiera politizar el análisis de nuestros propios resultados como nación competitiva. Sesudos tertulianos, y entregados cómplices de la comedia dell´arte que se representa en la corte madrileña, ya se atrevían a calificar de desastre el resultado de la delegación española después de cinco días (!) de competición, vinculando el pobre bagaje en el medallero con el propio peso internacional de nuestro país y -ése sí es el debate- con la apuesta pública por la práctica y la especialización deportiva.

A quién no le gustaría que España estuviese en el medallero a la altura de Reino Unido, por ejemplo -y por hallar una referencia grográfica equiparable-, pero todos sabemos que asumir ese rango queda fuera de toda expectativa realista, limitada en este momento a alcanzar o superar el medallero de Barcelona 92. Suena a conformismo, pero es una forma de normalizar lo que hasta esa fecha memorable no eran más que las gestas de unos pocos elegidos, la gloria como excepción.

Por eso, anteponer lo ideal a lo probable, equivale a renunciar al hecho de que siempre podremos encontrar a deportistas mejores que los nuestros, a negar que aún somos un país joven, un aspirante entre otros muchos, y a aceptar que contamos con los mejores centros de alto rendimiento en cada territorio para nuestros deportistas, cuando ni es así ni creo que se encuentre entre las prioridades, porque hay otras igual o más importantes.

Y es muy fácil, y muy propio, recurrir a los tópicos con los que desdeñamos nuestras participaciones en unas olimpiadas, o en un mundial, o en cualquier cita internacional. A mí también me gustaría que un joven deportista de Trebujena aspirara a la medalla en descenso en kayak por aguas bravas, pero sé que no va a tener la oportunidad siquiera de practicarlo, o que una joven de Benamahoma la lograra en barra fija o suelo, aunque no creo que entre en sus planes, pero sí sé que cuando vemos a Maialen, a Mireia, a Lidia Valentín o a Nadal colgarse sus medallas, no sólo nos emocionan sus victorias, sino que encarnan los valores del esfuerzo, del sacrificio y de la dedicación con auténtica pasión por lo que hacen. Sólo por eso merece la pena ensalzar cuanto logren conseguir en estos juegos, sea mucho o poco. Todo lo demás es comedia dell´arte.

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