Tiempos inéditos

Publicado: 29/10/2016
El bloqueo escenificado por IU y Ganemos Jerez no sólo perjudica al PSOE, también a la ciudad pero, muy especialmente, beneficia al PP
Saturday Night Live es uno de los programas más veteranos de la televisión estadounidense. Lleva 42 años en antena bajo el exigente compromiso de hacer reír a la audiencia con una acidez autolacerante y una absoluta falta de complejos.

Esta temporada ha regresado en plena campaña presidencial y no ha perdido la oportunidad de montar sus propios debates entre Trump -Alec Baldwin como magistral imitador- y Clinton -Kate Mckinnon, una de las actrices cómicas más prometedoras de su generación-.

En realidad, los debates que hemos visto hasta ahora entre los dos aspirantes al despacho oval dejan poco margen a la parodia: ya lo son por sí mismos a causa del inefable candidato republicano, por lo que los guionistas de SNL se limitan a poner en boca de sus actores lo que, indudablemente, pasa por las cabezas de sus imitados en cada debate y no se atreven a decir. El resultado, por supuesto, es brillante. 

En la parodia del primer cara a cara televisado llega un momento en el que Hilary Clinton cede sus dos minutos de intervención a Trump para que siga diciendo barbaridades y, próxima al orgasmo, se limita a preguntar si los americanos pueden votar ya esa misma noche.

En España, a falta de un programa cómico que reparta leches tanto a un lado como a otro -aquí sólo se reparten a uno o al otro-, nuestras señorías han hecho del hemiciclo su particular club de la comedia, empezando por Mariano Rajoy, al que sólo le faltó este jueves imitar a la doble de Clinton y cederle su tiempo de réplica a Pablo Iglesias para que siguiera adelante con su discurso y agravar así aún más su cuota de popularidad.

A una situación inédita -un año sin gobierno- hemos añadido el amateurismo político de los que pretendían gobernar a golpe de tuit y soflamas de batallón, hasta que al final ha terminado por imponerse una necesidad que ya verermos si hará a ejecutivo y oposición ejemplares o decepcionantes, pero convengamos en que era irrenunciable, salvo por el hecho de optar por unas terceras elecciones, o tal vez por eso mismo.

Muchos ayuntamientos también están atravesando por situaciones inéditas, víctimas de su propia inestabilidad o rehenes de una inexperiencia que ha minado las expectativas en apenas quince meses. Basta con mirar a Cádiz, una de las pocas grandes ciudades andaluzas que se ha quedado sin participar de los fondos Edusi porque no se tramitó correctamente la petición, que traducido resulta 15 millones de euros esfumados. Y es sólo un ejemplo.

O Jerez, que si fue “banco de pruebas del PP” durante los años más duros de recortes, ahora lo está siendo de la difícil convivencia entre las izquierdas, a las que ya sólo une su aversión hacia el PP: la no readmisión de los afectados por el ERE municipal recondujo la relación del PSOE con sus socios de investidura (Ganemos Jerez e IU) hasta un callejón sin salida en forma de bloqueo institucional que ha terminado convertido en una trampa para los tres, una vez comprobado que el bloqueo, como tal, no sólo perjudica al PSOE, también a la ciudad y, muy especialmente, beneficia al PP, que asiste encantado desde su palco al continuo despropósito y especulando sobre cuántos concejales más sumaría ya en unas hipotéticas municipales.

El único que parece advertirlo es Izquierda Unida; ni siquiera la alcaldesa, Mamen Sánchez, empeñada en hablar de proyectos e inversiones que espanten los nubarrones, fue capaz de acompañarse de sus miembros de gobierno para presentar su “modelo de ciudad” de cara al horizonte de 2022. La soledad era esto, tituló Millás una de sus novelas.

Y frente a esa soledad o cierta crudeza del destino, IU se ofrece ahora como salvavidas en mitad de la tempestad para dar forma a ese relato forzado que sólo admite un final: provocar un tripartito en el que cualquiera pueda ocupar el sillón de la Alcaldía. Dicen que el PSOE “ha fracasado” en solitario, pero ese fracaso, en cualquier caso, habrá de ser compartido. Ahora no valen las huidas hacia adelante, por muy inédito que sea el desenlace previsto.

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