“Si no puede pagarse este, que se busque otro más barato”. Lamentable y sádica burla; cuando todos los arrendadores dicen lo mismo se fija como si fuera lo más natural, una carencia ilógica, en muchos casos gravísima, pues el resultado “sólo” es ver familias sin viviendas, situación propicia a la miseria y la promiscuidad aunque se disfrace con la entelequia de “vivienda compartida”, que empeora en vez de resolver el problema más aún cuando es recomendado por la Administración y los servicios sociales de algún Ayuntamiento en vano y farsante intento de hacerlo creer una solución lógica.
La vivienda ha subido de forma artificial y desmesurada en especial desde la implantación del Euro, al refugiarse en la vivienda el blanqueo del dinero “B”. En aquel momento específico, la solución habría sido la amnistía fiscal, pues al aflorar ese dinero “B” habría servido para promover inversiones y aumentar el ingreso del fisco. Pero el gobierno de Aznar prefirió el camino en apariencia más coherente ya que produjo un alza exagerada del precio de la vivienda y a su vez provocó también una subida desmesurada de los alquileres.
Hace treinta años el alquiler de una vivienda era un pequeño aporte a los ingresos del arrendador. Hoy ha pasado a constituir un salario, para que quien alquile disponga de un sueldo más, en algún caso más sustancioso que el propio, por cada vivienda alquilada. La curva del precio de los alquileres es desmesurada, alimentada a sí misma ante la falta de cualquier tipo de regulación y la práctica de una deleznable pasión por el dinero basada tan sólo en “lo que cobra el vecino” pues la avaricia es muy contagiosa y poca gente huye del contagio. En efecto, cuando un arrendador encuentra un pardillo resignado a pagar lo que le pidan o un grupo de, todos los demás arrendadores tienden a igualar por arriba, aunque no existan tantos pardillos ni tantos estudiantes dispuestos a no cumplir las normas de las residencias.
Los principales culpables de la subida, el alquiler turístico, las SOCIMI, o los fondos buitre acostumbrados a acumular sin producir quienes además. abren el apetito a los arrendadores, quienes actúan como si esos altos precios fueran una “tarifa”, incluso afirman que ganar un poco menos es “perder dinero”. Ojalá la reunión del presidente ayude a regular los precios. Pero si continúan igual o suben, el gobierno tiene la última palabra.
