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Patio de monipodio

Respeto a la palabra

Del respeto a la palabra dada habría mucho que hablar. Tanto que no cabe en un artículo, por eso este se refiere tan sólo al respeto a su significado...

Publicado: 12/06/2024 ·
13:05
· Actualizado: 12/06/2024 · 13:06
  • La palabra, el significado, el diccionario. -
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Del respeto a la palabra dada habría mucho que hablar. Tanto que no cabe en un artículo, por eso este se refiere tan sólo al respeto a su significado, más que nada para no confundirnos. En este momento dramático, en que gobiernos de países europeos creídos civilizados tratan de justificar la masacre de un pueblo incluidos el bombardeo de los campamentos de refugiados o impedir la entrada de medicamentos, alimento y agua es llamado torticeramente “derecho a defenderse”, no ha de extrañar la tergiversación, el destrozo al idioma practicado en el lenguaje futbolero o la jerga del discurso político dónde para colmo de males creen “crear nuevas palabras” la aplicación del significado de unas a otras, sin que el color suba a su rostro.

Así está el patio, precisado de un “diccionario” dónde recoger el dislate de tantos términos adjudicados a un significado distinto del suyo, con más disparate que desenfado, pues, por ejemplo, puntual es estar a la hora justa en el lugar acordado. Una acción breve, momentánea también puede ser ocasional, circunstancial, transitorio, pasajero, fugaz, repentino. Así de fácil es depreciar, reducir un idioma con más de ciento veinte mil palabras. Para corregir esto no hace falta una Academia que no puede ir detrás de todo mal uso y aunque lo hiciera no le harían caso, porque en lo moderno está la importancia. Esa es la otra, el complemento. Ya las cosas no son buenas o malas, feas o bonitas, asequibles o difíciles: todo ha quedado reducido a “antiguo” y “moderno”, pero con el concepto pre-añadido de que sólo lo segundo es aceptable. Lo cual lleva a otro vicio: por esa regla catedrales, palacios, murallas, casas de edad medieval o moderna, serían despreciables.

O sea: deshacer la estética de La Palmera, o de Nervión o del Casco Antiguo serían acciones loables y mamotretos como los hongos gigantes de la Encarnación, el lápiz de labios a cincuenta metros del casco urbano o los destrozos del centro para incrustar cajas de zapatos con ventanas, “estaría muy bien pues son “modernos”. Por eso es perentorio aprender gramática. Al menos para no llamar “moverse” a la desfiguración de una ciudad que todavía conserva su personalidad… ¿Por cuánto tiempo?

 

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