Manantial 'El Charco, nacimiento del Arroyo de Balastar

Publicado: 06/09/2020
Con un caudal que no se agota en ninguna época del año y que oscila entre 10 y 100 litros por segundo.
     A unos centenares de metros del casco urbano de Faraján, en un desvío del sendero de las chorreras, se ubica el manantial de ‘El Charco’, nacimiento del Arroyo Balastar.

     Con un caudal que no se agota en ninguna época del año y que oscila entre 10 y 100 litros por segundo, las aguas del manantial de ‘El Charco’ son empleadas para el riego de las numerosas parcelas que ocupan la plataforma travertínica de Faraján mediante un sistema compuesto por una acequia principal y varios canalillos que irrigan cada una de las parcelas, dispuestas en mucho casos en bancales donde los vecinos cultivan sus huertos y tienen sus propios árboles frutales. Además, es imprescindible señalar en este punto que buena parte del agua de ‘El Charco’, en su camino hacia el río Genal, salva los diques de travertino gracias a dos espectaculares cascadas de 20 y 22 metros de altura, las Chorreras de Balastar.

     Aún se conservan en la zona acequias de canalización y distribución de aguas excavadas en la propia roca que datan de la época musulmana, con las que los antiguos pobladores del asentamiento árabe de Balastar aprovechaban el abundante caudal del arroyo. Según recogió José Antonio Castillo, los pobladores bereberes musulmanes que colonizaron la Serranía de Ronda a partir del siglo VIII establecieron sus aldeas a media ladera, preferentemente cerca de los contactos de los materiales permeables carbonatados con los silíceos impermeables, formalizando la llamada “línea de rigidez” bajo la cual se hallan las fuentes. Estas asegurarían el abastecimiento a las personas y los animales, y propiciarían la existencia de regadíos de ladera, a partir de ese manantial. La instalación, a veces compleja, requería de un diseño prefijado y controlado por alguna autoridad, regulándose los turnos y tandas mediante la figura de un “alcalde del agua”, un campesino anciano o con prestigio.

     El paradigma de este tipo de espacios es el agrosistema del travertino de Balastar, que presenta un doble conjunto de bancales inscritos entre las curvas de nivel, incluso con algún molino intercalado, acompañados por el sonido y el frescor permanente de las dos chorreras que precipitan los sobrantes. La delicada, minuciosa y laboriosa configuración de este espacio irrigado, compartimentado hasta el microfundismo, es muestra de un trabajo colectivo por parte de una comunidad que buscaba un uso racional del agua y de la tierra. Los turnos se establecían con prioridad para los hortelanos de la plataforma superior, y el sobrante para los de los bancales de abajo. Actualmente, el paraje de Balastar sigue siendo una zona rica en recursos hídricos y los vecinos de Faraján continúan haciendo uso de las antiguas acequias para llevar el agua hasta sus huertos y árboles frutales.

 

 

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