Hasta ahora parecía un oasis dentro de un desierto de desidia, pero últimamente se está poniendo a la par con el resto de la ciudad. Independientemente de la escalera de acceso al centro comercial Bahía Sur, basta darse una vuelta por los aparcamientos para ver que no se baldea desde hace muchas semanas y las manchas de productos derramados dan prueba de ello.
Pero es cuando se llega a la zona de los bares, donde ya se ven las consecuencias de tener un centro hostelero de primer orden, con todo lo bueno y lo malo que ello supone. Los vertidos de bebidas, las vomiteras y otros residuos están a la orden del día.
El siguiente punto es el estado de los aparcamientos anexos al complejo que están habilitados para clientes de Bahía Sur en los terrenos de la familia Vela de Flor. Sobre todo en la entrada. Los clientes del centro comercial Bahía Sur también se quejan, al igual que los hosteleros que reciben directamente las críticas de los primeros, de la situación en que se encuentra ese aparcamiento.
Bien sea por desinterés o bien porque en los últimos tiempos los aparcamientos del complejo son más que suficientes -lo que no es buena señal- lo cierto es que se han convertido en una prueba de fuego para los amortiguadores de los vehículos. Socavones por doquier y hierba son lo primero que se ve y siente. Hierba seca, de la que arde.
Se suma pués el centro comercial al polígono de Fadricas, convertido en una especie de zona verde selvática y a otros lugares de La Isla que este periódico irá recorriendo para que los responsables tomen buena nota. Que tomen nota y que limpien, no como hasta ahora.