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Punta Umbría

Vuelven los dibujos con una princesa negra, un sapo, vudú y jazz

La nueva producción Disney, Tiana y el sapo, vuelve a los orígenes de la animación hecha a mano con una historia de princesas que no los son, sapos que hablan porque son príncipes encantados, libélulas y caimanes que adoran el jazz y la ciudad de New Orleans y sus pantanos como protagonistas...

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La nueva producción Disney, Tiana y el sapo, vuelve a los orígenes de la animación hecha a mano con una historia de princesas que no los son, sapos que hablan porque son príncipes encantados, libélulas y caimanes que adoran el jazz y la ciudad de New Orleans y sus pantanos como protagonistas absolutos.

Obra de los afamados John Musker y Ron Clements (La sirenita, Aladdin), y con música del oscarizado Randy Newman, Tiana y el sapo es un auténtico cuento de hadas “de los de antes” pero con un “rompedor” toque afroamericano que –reconocen ambos directores– les ha metido presión, pero también aporta una sensibilidad con la que no contaban.

Asegura Musker que no se habían dado cuenta de lo sensible que era el asunto (crear una princesa negra), y eso les obligó a buscar las opiniones de personas de color –entre ellas, Ophra Winfrey– para “cambiar algunas cosas, mejorarlas: se fortaleció el personaje del padre, pero esencialmente la historia siguió siendo la misma”.

Musker y Clements, así como el animador Andreas Deja –responsable de Mama Odie–, pasaron ayer por Madrid para explicar a los medios los detalles de la película, que se podrá ver en las salas españolas el próximo 5 de febrero, y que les ha llevado cuatro años de trabajo, –antes de que gobernara Barack Obama–.

Por eso, rechazan que Tiana aparezca cuando hay un presidente de los EEUU negro (aunque lo celebran), y aseguran que “era lo natural” tratándose de una historia que ocurre en Nueva Orleans: “Ha sido un reto, pero eso es lo divertido de la animación, que te permite explorar nuevos caminos, darle otro sentido...”, apunta Clements.

Tiana no es una princesa que espere a su enamorado de sangre real para hacer sus sueños realidad, sino que quiere tener un restaurante y ser independiente.

Para conseguirlo, accede a besar al príncipe-sapo pero en lugar de romper el hechizo cae en las redes de un brujo vudú que persigue la fortuna del hombre más rico de Nueva Orleáns y ella misma se convierte en rana.

Para recuperar su forma humana, la pareja busca la ayuda de una vieja santera que vive en el pantano: Mama Odie.

“Desde el comienzo, era mi favorita”, declara el alemán Deja, que entiende la animación de esta centenaria ciega, llena de arrugas y pieles fláccidas, como un auténtico reto: con Tiana, no se trató nunca de competir con el 3D, sino de darle “músculos” al personaje.
 
“Es crear magia con una línea, no envolver al personaje con texturas. Nunca podríamos conseguirlo con un personaje que vistiera un traje estampado”, añade el dibujante para explicar la diferencia.

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