Pasamos la vida intentando que nos ocurra algo singular e insólito, y nos encontramos con lo corriente, a lo que tenemos que encontrar dentro del mismo lo que tiene de exótico y extraño. Como desde la cotidianidad podemos ser protagonistas y creativos sin mostrarnos raros y estrafalarios.
Con los años descubrimos y disfrutamos el atractivo de lo cotidiano, y vivimos cada día como si fuera diferente y escribimos odas a la anormalidad sin quintaesencias ni sofisticaciones, ni toques futuristas de siglos venideros, pero intentando averiguar los enigmas que existen detrás de lo que vemos siempre y forma parte de nuestras rutinas.
Este desconocer lo conocido nos llama la atención, y nos damos cuenta que no hemos hecho nada especial pero brillamos y encontramos placer en cultivar nuestros talentos, y estamos en disposición de aprender cosas nuevas porque no dejamos de escuchar a todos.
Imaginamos otros mundos y otras gentes contemplando el mar o viendo valles y montañas, y el atractivo de lo corriente nos hipnotiza cuando nos damos cuenta que todo lo que sucede no pasa por nosotros, y que es posible vivir el tiempo sin necesidad de aburrirnos, porque la realidad, aparentemente pueda parecernos repetitiva.
Vamos reflexionando entre lo que vemos y lo que no, entre lo que sabemos y lo que no, entre la narración de lo sutil y la emoción de lo sentido, y reconocemos cuando tenemos algún problema o cometemos errores. Sentimos auténtica devoción por nuestra vidas y esas ganas de vivir la aventura de lo común le da salsa a nuestra existencia.
Nuestra normalidad está llena de cosas maravillosas, pero también salpicada de experiencias terribles. Hoy asistimos, mientras estamos plácidamente almorzando a imágenes de la guerra en directo con todas sus penas, sufrimientos y desgracias.
Hemos conocido como vivían muchos pueblos a través de sus legados, la pregunta que debemos hacernos es doble,: Habrá gente aquí, en la Tierra a la que dejarles los restos de nuestras civilizaciones o tendrán que acostumbrarse a coexistir entre restos de basuras y plásticos que parecen indestructibles.
Tal vez el gran atractivo de lo corriente esté en nosotros mismos, en esa magia ilusionante de poder darle múltiples interpretaciones a cualquier situación, y estar abiertos en que todas esas interpretaciones a las que llegamos son tan verdaderas y legitimas como diversas.
En lo corriente y lo normal nuestra suerte y posibilidades pueden mejorar y lo que era un problema que parecía no tener solución, se convierte en un gran momento que no debemos desaprovechar y trabajamos porque nuestros sueños se materialicen.
Para gozar de lo insólito de lo corriente, no hagamos caso de los chismes y las maledicencias, aunque debamos ir con gran prudencia para vacunarnos de las traiciones y puñaladas, pero debemos tener confianza en nosotros mismos porque en cualquier momento la suerte puede mejorar.
No debemos esperar que todo el mundo piense y actúe como nosotros, entonces la vida corriente no tendría ningún atractivo, sin contradicciones ni contrastes, sin valoraciones ni decepciones, sin suertes ni esperanzas, sin previsiones ni acontecimientos inesperados.
Ante este cúmulo de situaciones que hace atrayente lo corriente, quizás lo más importante es querer a gente y tener gente que nos quiera, que podemos llegar a ser más generosos de lo que suponemos.