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Pérez Regordán, en el recuerdo

La escritora arcense Pepa Caro dejó huella del respeto que siente por la figura del desaparecido cronista oficial de Arcos, Manuel Pérez Regordán, en la conferencia que le dedicó en las jornadas culturales de noviembre

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  • Pepa Caro fue presentada por su amigo Pedro Sevilla y el delegado de Cultura. -

El llamado Noviembre Literario, organizado por la Delegación municipal de Cultura, hizo un pequeño paréntesis para homenajear a una figura indispensable de las letras arcenses, más por su condición de cronista oficial que por literato, lo cual no deja de constituir un hecho de justicia ante una personalidad tan relevante, la del tristemente desaparecido cronista oficial de Arcos, Manuel Pérez Regordán.


La escritora y exalcaldesa de la ciudad, Pepa Caro, ofreció una conferencia al público reunido en la capilla de La Misericordia, siendo introducida en su disertación por el delegado municipal de Cultura, Domingo González, y e el también escritor y compañero Pedro Sevilla. Este último señaló que “no tendría necesidad de haber escrito estas palabras para presentar a la conferenciante de esta noche,  y no tendría necesidad de haberla escrito porque no hace falta papel para presentar a una hermana. Son tantas las vivencias comunes… los afanes compartidos, los proyectos iniciados, mano con mano que cuando hablo de Pepa me parece que estoy hablando de mí mismo, de nuestra juventud común y de nuestra pasión inalterable por la poesía”.


La conferenciante comenzó asegurando que “ La historia es un relato razonado, lejos de la memoria subjetiva y el recuerdo emocional que nos lleva al mundo de lo poético. El historiador escribe bajo unos valores y una visión del mundo y lo hace con respeto a la documentación que posee intentado comprender por qué los humanos actuamos de una determinada manera y no de otra, dentro de unas coordenadas tratadas con rigor y trasparencia”.


Caro siguió recordando a Martín Buguer, que decía  que “todos somos miembros de una comunidad del recuerdo y tan es así que necesitamos evocarla y profundizar en ella. Hago esta introducción porque voy a hablaros de Manuel Pérez Regordán, un arcense que se merece el aplauso de su pueblo, por la contribución innegable que hizo a la historia de Arcos, muchas veces llevado por su intuición, pero siempre con la férrea voluntad de descubrir y comprender nuestro pasado para difundirlo.


Decía María Zambrano que los españoles tienen historia a pesar suyo y es verdad que en general, la historia no ha merecido la importancia que tiene entre nosotros y no digamos la arqueología, algo así como un tabú que más que proteger hay que expoliar, una asignatura pendiente también en la investigación de Arcos.


Cuándo nuestra historia local no tenía valor para la mayoría, bien por ignorancia forzosa, llámese analfabetismo, tan acuciante entonces, o desinterés de la élite relativamente cultivada,- os hablo de finales del siglo XIX, - un notario de nombre  Miguel Mancheño y Olivares, se interesó por la documentación existente en los archivos notariales  y del ayuntamiento y escribió Apuntes par auna historia de Arcos . Él puso la semilla de la curiosidad entre nosotros, como también lo hicieron los Hermanos de las Cuevas más tarde.

Pero la primera mitad del siglo XX no aportó mucho más a lo investigado por Mancheño, los pocos eruditos locales imitaban un estilo decimonónico, se perdían en juegos florales sobre la belleza de Arcos, la tan traída y llevada belleza de Arcos, para no aportar nada a la historiografía arcense, salvando vuelvo a repetir, la labor investigadora ampliamente reconocida de los hermanos  de las Cuevas.


En este escenario conformista y poco trasgresor…, un niño que estudia en el colegio de las Nieves, juega en la plaza del Cabildo, sueña imposibles quimeras y presta atención a las antiguas leyendas locales, dará que hablar, este niño crece en un escenario propicio para cultivar la historia, aunque estudia, porque por entonces no tiene mucho donde elegir, perito mercantil en la Escuela de Comercio de Jerez. Pero se bebe los libros y atiende con sumo interés a lo que otros ya dijeron y escribieron, un poco acartonado por lo que hereda del siglo anterior, tiene sus balbuceos primeros a imagen y semejanza de quienes le precedieron e insisto con mucha más intuición que técnica al principio, escribe de Arcos y para Arcos, tiene osadía, frescura, una prosa fácil y desenvuelta, dice de él Jesús de las Cuevas, ese elegante escrutador del presente y pasado de Arcos, tiene osadía y se lanza a poner en pie una guía turística de Arcos, quizás la primera guía turística, que no sólo dice esta fachada es fabulosa, esplendida y monumental, sino que ahonda en la metodología del arte para aportarnos datos más intensos de cuantos nos depara la compleja trama urbanística y los edificios más señeros del pueblo, esa guía fue declarada de Interés Turístico Nacional en 1970.


Manuel Pérez Regordán no se conforma y prosigue su camino, alterna su profesión, trabaja en distintos institutos de formación profesional, dando clases de prácticas administrativas y comercio o en su labor investigadora. Ningún archivo se le resiste ambiciona el saber, sobre todo tiene una vertiente pedagógica hasta entonces desconocida en esta materia, se lanza a una labor divulgadora de la historia dando conferencias en colegios, institutos, salones culturales y publica unos ejemplares que llama Las calles de Arcos para descubrirnos un pasado común que es nuestra herencia y debemos conocer.


Publica artículos periodísticos infatigablemente a lo largo de toda su vida, pero no renuncia nunca a la investigación, así ve la luz El maquis en la provincia de Cádiz, monografías acerca de las distintas hermandades de Arcos, El bandolerismo andaluz e Historias y Leyendas de Arcos. 
La gran novedad respecto a los que le antecedieron es que Manuel Pérez Regordán consigue despertar la curiosidad del arcense sobre su propio pasado, algo que ahora se llama en la metodología educativa: Estudio del Entorno y que ya Pérez Regordán anticipándose ponía en práctica con la historia local.


White Heat decía que con frecuencia los humanos haríamos cualquier cosa por dejar de pensar y efectivamente así lo atestigua esta sociedad nuestra de consumo y de ocio trivial, donde no cabe casi nunca los abismos de la historia, por eso pongo en valor esa osadía de Manuel Pérez Regordán de ir a la montaña si esta no se mueve, es decir, de ir al encuentro del lector desinteresado para provocarle curiosidad hacia la historia.


Manuel Pérez Regordán aunque murió joven a escrito mucho y ha conocido mucho. Entre sus libros más volcados hacia las rutas e itinerarios turísticos podemos destacar: De Jerez a Ronda por la serranía gaditana y diversas guías turísticas de Arcos que iban guiando con la documentación última que investigaba.


Estudioso de los templos más identificativos de Arcos: Santa María y San Pedro, brujuleaba de maravilla por este mar de historia, por este pajareo de leyendas, vuelvo a citar palabras de nuestro querido paisano Jesús de las Cuevas: …Y apenas ningún secreto se escondía para él.
Pero si tengo que elegir entre sus obras, si tengo que destacar lo que le diferencia de otros historiadores arcenses, debo decir que Arcos le debe el descubrimiento y estudio de la vida y poesía de Ximénez de Ayllón, que es una novedosa aportación a lo que llamamos huecos y fragmentos en los vacíos de la historia, que deben salir a la luz y que salen gracias a intrépidos, curiosos y a amantes de nuestro pasado que indagan, ávidos de conocimientos donde otros no llegan...”.


Caro recordó que “Hace pocos años que nos dejó, lo despedimos con los honores que merecía en esta Capilla de la Misericordia de la que tantas cosas sabía, y entonces pensé que su trayectoria no ha sido fácil, ni tranquila, ni siempre comprendida, pero Manuel Pérez Regordán tenía algo que le impedía desfallecer y que no era otra cosa que colocar por encima de habladurías y prejuicios su tarea apasionada de investigador, su amor irracional, extraño por inabarcable hacia Arcos, ese amor que muchos arcenses sentimos por este pueblo tan viejo y sin embargo tan seductor.
Nunca fue rencoroso con quienes le hicieron daño porque era generoso y necesitaba sentir cercanos los afectos, se fue, se nos fue investigando, abriendo su biblioteca a cuantos quisieran encontrar respuestas en la historia y hoy debemos no sólo avivar el recuerdo por parte de quienes le conocimos, debemos difundir su obra, porque conocer es respetar, conocer significa ganar la partida al olvido, nadie que no conozca puede amar tanto, por eso nuestra obligación es hacer atractiva la memoria de lo que fuimos, para darle el valor que tiene y para transmitir el respeto de cada piedra que pisamos, de cada siglo amontonado en el esqueleto urbanístico de nuestra historia”.


La conferenciante terminó asegurando que “el embrujo de nuestras leyendas son siempre bien acogidas por el beneplácito de los niños. Como yo lo hice con mis hijos, espero que a muchos padres sirva este trabajo para prolongar el sueño de los suyos, futuros hombres de Arcos que habrán de seguir la andadura hidalga y firme de nuestra historia”.

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