Me pregunto si la teoría del eterno retorno puede servir de consuelo en este momento a los votantes del PP, del mismo modo que ha podido servir de inspiración a los que han propiciado los cambios en tantos ayuntamientos. Para ello, lejos de entender el paso del tiempo como algo lineal, hay que considerarlo como algo circular y cíclico, puesto que la historia vuelve a repetirse con o sin alteraciones, en función de la propia voluntad del hombre para manifestar su libertad de elección. Hay muchas teorías al respecto, tanto filosóficas, defendidas por Friedrich Nietzsche, como científicas -la teoría M, la de las cuerdas, los universos paralelos...-. Si han visto True detective -aunque La Sexta se ha empeñado en impedirlo-, Rustin Cohle dedica buena parte de sus monólogos a profundizar en ellas, aunque cargado de un terrible pesimismo.
¿Avanzamos hacia el futuro o en círculos? Cualquier gobierno les dirá lo primero; quien no gobierne, lo segundo. Lo hemos podido comprobar en la primera semana de gestión del nuevo ejecutivo, tras la que al PP le han sobrado los 93 días de confianza que quedan por delante para considerar que lo que le espera a Jerez es un auténtico desastre.
En el fondo, la situación recuerda un poco a la de los empleados mosqueados con la dirección de la empresa por haber ascendido a quien no se lo merecía; y aunque eso es algo que sólo el paso del tiempo podrá dilucidar, las evidencias se utilizan como prueba en el lugar del crimen y los populares han empezado a cargar el saco conscientes de otra evidencia más: les aguarda una larga travesía de cuatro años.
Sólo el verano incipiente puede ayudar a diluir la pesada incertidumbre que alimenta las tertulias de quienes no se sienten cercanos ni al nuevo poder ni a este tipo de situaciones en las que, por otro lado, no hay que culpabilizar tanto al PSOE, como a las otras fuerzas que, en palabras de Irene García, “no han sabido estar a la altura de las circunstancias”, y que, a este paso, puede que ni las dejen estar, salvo que la kryptonita -aquí en versión filoxera- haga mella en los seis “supervalientes” que acompañan a Mamen Sánchez, que ya son superlativos en adjetivos y cargos de responsabilidad puesto que no lo pueden ser en número.
Dicen -y se han dicho tantas cosas en una sola semana- que la alcaldesa mantiene la pretensión de incorporar al gobierno a concejales de Ganemos e IU más adelante, aunque no haya vuelto a hablar del tema desde antes de la toma de posesión, pero todo dependerá del rodaje de su ejecutivo, del resultado de las generales y de las circunstancias -llámenlas necesidades-, toda vez que una vez constituido el gobierno tampoco hay excesivas trabas para poder desempeñar su labor con plena libertad de movimientos, por mucho que para la labor fiscalizadora se encuentre enfrente con 20 concejales -por contra de lo que muchos puedan pensar, la posición de poder siempre la ejerce quien gobierna, aunque lo haga en minoría-.
El apoyo, en este caso, no deberá encontrarlo tanto en la oposición como en los técnicos municipales que ya han empezado a incrustarse en las áreas de gestión para suplir las mermas numéricas del ejecutivo, también la falta de experiencia. Lo que ya no sabemos es si los propósitos políticos de la alcaldesa cuadrarán con las indicaciones de los técnicos, pero sí quién puede llevar las de perder en esa relación caso de surgir disparidades de criterios.
De todas formas, no es eso ahora mismo un problema, sino la sensación de vacío de poder que se ha percibido durante varios días en la ciudad y que Mamen Sánchez debe empezar ya a corregir. Es cierto que han sido los primeros días, que es necesaria la aclimatación al puesto y a los cargos, pero a ello tampoco ha contribuido la exagerada focalización en lo que podremos quedar en llamar como el meñiquegate, reconvertido a su vez en uno de los más eficientes mcguffins de este “tiempo nuevo”, desde el momento en que ha terminado por convertirse en la excusa para hablar de otros logros. Y pensar que el sábado pasado cuando llegué a casa mi mujer estaba indignada por las bromas que circulaban por las redes a costa del (in)oportuno detalle fotográfico.