Coincidiendo con el inicio del curso escolar y, tras casi cuatro décadas dedicadas de lleno a la enseñanza, el profesor de Física y Química, Tomás Gómez, se jubila con “emociones encontradas” pero, satisfecho por haber cumplido con su vocación: “La enseñanza es preciosa hay que tener mucha vocación, y me quedo con eso: Con mi vocación, que me ha encantado enseñar, me he adaptado a los tiempos y la muestra de ello es que vas por la calle y mucha gente te saluda”. Gómez soñaba con ser piloto pero su vista se antepuso a su primer objetivo.
La pasión por la docencia le venía de familia porque sus padres habían sido maestros y, cuando comenzó a formarse faltaban profesores de Física: “En los institutos rara vez hay físicos, porque las salidas que teníamos nosotros en aquellos tiempos era más bien dedicada a la informática, telecomunicaciones, teníamos mucha versatilidad a la hora de trabajar”.
Gómez llegó a Ronda en 1988, año en que dio clases en el Instituto Pérez de Guzmán, posteriormente, cuando obtuvo su plaza fija decidió decantarse por el Instituto Rodríguez Delgado, donde ha transcurrido el grueso de su carrera. De sus inicios recuerda tu extrema timidez, que le hacía ruborizarse y motivo por el cual años después en un instituto de Ceuta, sus alumnos lo bautizaron como “Gusiluz”.
“Son adolescentes, tú eres muy jovencito, te miran y entonces no sabes si te están mirando bien, mal o te estudian y eso es muy difícil. Esa vergüenza es horrorosa. Yo enseguida me pongo colorado, después intentas echarle cara al asunto. Yo les decía al final que era como un teatro. Tú llegabas, dabas tu charla como un Dani Rovira cualquiera, intentabas motivar al alumnado, buscar las formas... Pero yo soy muy vergonzoso, aunque la gente no lo crea y en la clase a veces se pasa mal”, admite.
El cambio de la enseñanza en las últimas décadas, en palabras de Gómez, ha sido “impresionante”, tanto en el plano del avance tecnológico, como de la concentración de los alumnos o del nivel de exigencia de los contenidos:
“Lo que más ha cambiado habéis sido vosotros los alumnos, porque las tecnologías han cambiado muchísimo la forma de sentir, de trabajar, de los chavales. Ahora todo es inmediato. Tienen una cantidad de estímulos impresionante y cuando llegan a clase y ven una integral se aburren, porque quieren cambiar de canal y no pueden. La exigencia ha cambiado con tal de ayudar a los chavales a aprobar. Eso es otra cosa que tienen los políticos: cada vez que salen las estadísticas se asuStan porque es que España es la que peor resultados tiene. Antes entrabas a Física con un 5 y ahora piden un 12 y pico, Eso les provoca una ansiedad a los alumnos impresionante”.
El día de su jubilación su mujer Ángela le hizo entrega de un ramo con 36 rosas: una rosa por año de trabajo. Tomás ya tenía ganas de despedirse, no obstante, reconoce que siente cierto vértigo por lo que se avecina: “Lo he pensado mucho, pero has vivido dos tercios de tu vida y queda el tercero, vamos a ver”.